sábado, 3 de marzo de 2018

Ayuntamientos: Gerentes versus Secretarios municipales

Ocurrió durante una jornada celebrada recientemente, y no es algo infrecuente en absoluto. Cuatro alcaldes de poblaciones de diferente tamaño estaban debatiendo acerca de temas varios cuando uno de ellos empezó a lamentarse de las cortapisas que le ponía su secretario municipal. Pronto los otros tres ponentes se sumaron a la queja-denuncia: también ellos coincidían en señalar a los secretarios municipales como uno de los principales “problemas” con que tenían que lidiar cotidianamente. Estoy convencido que muchísimos otros ediles se identificarían con esta sensación de qué los habilitados nacionales (incluyendo asimismo a los interventores y tesoreros) son más una molestia que una ayuda, y que de un tiempo a esta parte, entre modificaciones legales y el surgimiento de un clima generalizado que sitúa la política bajo sospecha , el control preventivo que ejercen esos funcionarios se ha recrudecido, con los consiguientes retrasos en el avance de los expedientes y la sensación de ser cada vez más difícil llevar a la práctica el programa electoral y conseguir los objetivos políticos fijados.

Sin embargo, es evidente que los secretarios simplemente cumplen con sus funciones, que éstas son necesarias, y que la legislación les viene impuesta, con lo que no puede hacérseles responsables de los males de un sistema burocratizado, obsoleto y receloso de la actuación de los electos. A partir de ahí, los hay más cooperativos (que sugieren alternativas además de decir “No”) y otros menos; los hay dados a la expansión (invadiendo esferas de actuación que no les corresponden, o de las que nadie más se ocupa) y otros que se niegan a hacer nada que sobrepase el dar fe pública y el asesoramiento legal; los hay más trabajadores, y otros que no lo son tanto… Como en todas partes.

En todo caso, los Alcaldes deben saber que existe una solución al “problema” de los habilitados. En efecto, aquellos ayuntamientos que cuentan con un gerente profesional al frente de la organización municipal (y, eventualmente, con gerentes sectoriales) están en mejores condiciones de propiciar un diálogo productivo entre legalidad y gestión. El gerente es capaz de comprender y analizar las preocupaciones y objeciones de los secretarios y trabajar con ellos para hallar caminos que permitan sobrepasar los obstáculos, así como para proponer alternativas de acción, o simplemente argumentar y defender las vías escogidas cuando no coinciden con la apreciación del secretario.

Obviamente, la gerencialización de los Ayuntamientos (que nada tiene que ver con supuestas “privatizaciones”) tiene muchas otras ventajas a parte de ésta: da un impulso a la estrategia y a la planficación corporativa, favorece centrar la acción municipal en el ciudadano, consigue una mayor eficiencia en los servicios prestados, implica hacer una verdadera gestión de los profesionales de la organización, promueve un uso inteligente de la tecnología, mejora la toma de decisiones… pero eso ya sería el tema de otro artículo.

En resumen, un buen gerente (con la formación y la experiencia necesaria) es tan imprescindible como un secretario municipal a la hora de dirigir organizaciones públicas que, por presupuesto, trascendencia y número de trabajadores, no tiene sentido que sigan gestionadas de forma amateur.

miércoles, 4 de enero de 2017

Les lliçons del Priorat


TV3 va emetre ahir al vespre un interessant reportatge sobre el miracle vinícola del Priorat, la comarca que en els darrers 30 anys ha passat d’estar a la cua en renda per càpita a Catalunya a adquirir un protagonisme i viure un creixement econòmic molt important.

Tot explicant la història d’aquesta transformació, el documental “Priorat” (dirigit per David Fernández de Castro) evidencia diversos factors clau per al desenvolupament dels territoris. Repassem-los, sense oblidar que, quan als anys 80 del segle passat varen arribar a la comarca els Barbier, Palacios i companyia, ningú donava un duro ni pel Priorat ni pels seus vins.

ELS FACTORS

+Visió: Els promotors del boom enològic del Priorat volien que aquest tornés a ser un referent mundial en tema de vins (ja ho havia estat al segle XIX-XX amb l’aiguardent);

+Ambició: No s’hi posaven per poc: es varen proposar fer un vi a l’alçada dels millors del món;

+Esforç: Per superar la dificultat i duresa de les condicions de l’entorn (els sòls del Priorat són de pissarres on és difícil que hi creixi res, i la comarca és muntanyenca, de manera que moltes tasques s’havien de fer a mà o amb animals);

+Paciència: Varen passar 8 anys abans no es va poder vendre la primera collita;

+Sacrifici i risc: Els pioners del reviscolament vinícola prioratí varen invertir-hi tots els seus migrats recursos -tot i tractar-se d’una empresa de resultats incerts-, varen treballar totes les hores disponibles i més, i varen viure amb gran austeritat durant molt de temps;

+Imaginació: La falta de recursos es va compensar amb molta imaginació a l’hora de trobar solucions creatives als problemes amb què s’anaven enfrontant;

+Resiliència: Davant l’escepticisme dels habitants i pagesos de tota la vida del Priorat, els emprenedors forans varen conjurar-se per aguantar i tirar endavant. Tampoc els varen desanimar les moltes negatives a comprar el seu vi que varen obtenir durant els primers temps;

+Cooperació: Barbier i la gent que havia enredat per a què se sumessin al projecte de rellançament vinícola del Priorat varen treballar colze a colze durant els primers anys, sumant forces i ajudant-se mútuament;

+Exigència: Si es volia fer un vi excel·lent, calia rebutjar els grans de raïm que no eren òptims (amb gran escàndol dels pagesos locals), malgrat que la producció fos limitada i que hagués costat tant d’obtenir;

+Agosarament: Només uns “il·luminats” decidits i convençuts del seu producte com els que varen fer possible la revolució enològica del Priorat podien atrevir-se a vendre tan car el seu nou vi i plantejar-se conquerir el mercat internacional, tot i que el Priorat era un gran desconegut en aquells moments i ells mateixos no deixaven de ser uns nouvinguts en el sector.

En resum, els dos grans secrets de l’èxit del ‘cas Priorat’ han estat la passió i la feina ben feta d’un petit conjunt d’homes i dones. És, per tant, una qüestió de persones, més que no pas de capital, tecnologia, infraestructures o sort. Si la passió i la feina ben feta s’aplica sobre els actius amb què es compta (que en el Priorat eren la terra tan peculiar, la tradició vinícola de la comarca i el paisatge), el resultat final és una història èpica d’assoliment que fa que, quan se saboreja un Priorat, s’estigui gaudint d’un vi extraordinari amb personalitat pròpia que té un relat emocionant al darrera.

El reportatge de TV3 ens recorda, però, que no tots els que varen iniciar aquesta aventura se’n varen sortir. Molts varen haver de plegar, bé per no aguantar durant els llargs anys de travessa del desert, bé perquè malgrat disposar de productes de qualitat, no els varen saber comercialitzar.

Aplicacions d’allò après amb el reportatge:
-Aquells amb vocació emprenedora farien bé d’autodiagnosticar-se com estan de visió, passió, ambició, agosarament, esforç, paciencia, capacitat de sacrifici i risc, imaginació, resiliència, cooperació i autoexigència. Alhora, convindria que es plantegessin com enfortir aquestes competències.
-Cada territori hauria de preguntar-se com pot fer emergir d’entre la població o atreure de fora els seus René Barbier, Álvaro Palacions i Daphne Glorian-Solomon, i com els pot facilitar el desplegament dels seus projectes.

En conseqüència, recomanem vivament tant als nous emprenedors com als líders locals i als professionals de l’àmbit del deenvolupament econòmic i territorial veure el reportatge (disponible al servei “Tres a la carta” de TVC), reflexionar-hi i inspirar-s’hi.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Ciudades Colaborativas

Dado que en las ciudades hay una alta densidad de personas, son espacios propicios al despliegue de la economía colaborativa (EC), dando lugar a las “ciudades colaborativas”. Albert Cañigueral -experto en este ámbito- ha definido la ciudad colaborativa como “aquella que permito a sus habitantes poder compartir de manera eficiente y segura todo tipo de bienes / servicios / habilidades, creando así comunidades más fuertes, saludables y conectadas”.

De hecho, esto de la producción o el consumo compartido no es algo nuevo. Las asociaciones sin afán de lucro están basadas en esta filosofía, y servicios públicos ya existentes como las bibliotecas o el Bicing también son buenos ejemplos de EC. Por no hablar de que las familias son por definición células colaborativas, y que las cooperativas y las mutuas se inspiran en principios parecidos.

Pero es evidente que la EC tiene todavía mucho camino por recorrer, especialmente gracias a Internet y a las TIC (las tecnologías de la información y la comunicación), que han facilitado mucho el establecimiento de relaciones y el poner en contacto ofrecimientos y demandas. Además, culturalmente también están cambiando las mentalidades, y cada vez se entiende más que, en muchas ocasiones, lo importante es tener la posibilidad de uso (el acceso), más que no la propiedad del bien o servicio que queremos utilizar (propiedad que además comporta también costes mayores).

Por lo tanto, es cierto que en las ciudades hay muchos activos actualmente desaprovechados (un ejemplo clásico son las herramientas de bricolaje que todos tenemos en casa y que usamos bien poco) que se podrían movilizar sin gran esfuerzo para ponerlos a disposición de quien los necesitara. Así, se podría compartir coche, juguetes, ropa, herramientas, libros, habitaciones libres, conocimientos…. Y de esta manera seríamos sociedades más eficientes y de más bienestar, y en el proceso estaríamos generando, de paso, capital social (confianza y relaciones). ¿Suena bien, verdad?

Las administraciones públicas, especialmente los Ayuntamientos –por la importancia que tiene la proximidad en los procesos de producción y/o consumo colaborativo-, tienen un papel importante a jugar en el desarrollo de la EC, estimulando y facilitando estos intercambios. Las instituciones públicas pueden ser impulsoras de proyectos de economía colaborativa (como el caso del Bicing antes citado, o las zonas de wifi libre), y apoyar a las iniciativas de EC que provienen de la gente. También pueden fomentar el voluntariado y figuras como los “bancos del tiempo”, a la vez que aportar seguridad jurídica y respetabilidad a estas nuevas maneras de hacer.

Ciudades como Seul (que quiere convertirse en una “sharing city”), Amsterdam o Portland están ya experimentando en esta dirección. En la Europa del sur, además, este enfoque nos puede ayudar en la lucha contra la crisis, el paro y los recortes. Sea cómo sea, lo que es seguro es que la economía colaborativa irá cada vez a más, y las ciudades debemos ver en ella una oportunidad.

Dicho esto, hemos de advertir que la economía colaborativa también plantea nuevos retos y problemas: regulatorios (todo un nuevo sector por ordenar), de conflictos de intereses (véase los debates que hay alrededor de servicios como Uber o airbnb), de concentración empresarial (Uber pronto valdrá más que Repsol o Caixabank), de efectos no deseados (posibilidad de precarización del trabajo, riesgos para los consumidores, pérdida de ingresos públicos, desaparición de los intermediarios que no aporten valor….).

También hemos de añadir que la economía colaborativa tiene algunos límites: difícilmente podría producir coches de la complejidad y bajo precio de los que tenemos actualmente, por ejemplo. Por esta razón, la EC será más un complemento que no un sustituto de la "otra economía”. Y llegados aquí se presenta un problema: ¿cómo llamamos a esta otra economía, la tradicional, a la cual se confronta la EC? No-colaborativa? Capitalista? Asunto difícil porque, si nos fijamos bien, el capitalismo es 51% cooperación y 49% competencia: sería imposible construir un vehículo (o incluso un sencillo lápiz, como acostumbraba a explicar Milton Friedmann) sin la participación libre y coordinada de centenares de personas. Entonces, ¿la diferenciación entre EC y EnoC vendría de la falta de afán de lucro de la primera? Tampoco: los ejemplos clásicos de EC -como los antes citados Uber o airbnb- ¡son empresas con afán de lucro!

En cualquier caso, quedémonos con que la economía colaborativa es una idea interesante (extiende el bienestar y empodera las personas), y que las ciudades se pueden beneficiar de ella especialmente. En consecuencia, los electos locales deben plantearse su papel en este tema antes de que los acontecimientos los desborden.

martes, 9 de junio de 2015

Las diez tareas básicas de los primeros días del nuevo Alcalde

El próximo sábado una nueva oleada de alcaldes y alcaldesas tomarán posesión de sus cargos en España. Les espera un mandato apasionante, dado que la gente ha depositado en ellos expectativas importantes, y en la medida en que en los próximos cuatro años la recuperación económica les facilitará las cosas y la coyuntura política va a estar más abierta que nunca.

Pero si los electos quieren hacer un buen trabajo y estar a la altura del momento, tendrían que tener muy presentes aquellas cosas que conviene realizar durante las primeros semanas de ejercicio de la primera magistratura municipal, con objeto de poner las bases de cuatro años altamente productivos. Son las siguientes:

1. Explicar su proyecto a los trabajadores municipales, y pedir su colaboración
a. Obviamente, previamente deben tener claro ese proyecto, que no puede confundirse con el programa electoral ni con un listado de actuaciones. La prueba del 9 para saber si hay o no proyecto es sencilla: ¿se es capaz de resumirlo en un párrafo? ¿los concejales de gobierno lo explican igual? ¿y dice algo sustantivo, más allá de la poesía y los tópicos políticos?
Por otro lado, vale la pena concretar y desarrollar el proyecto en cuestión y pensar como hacerlo motivador, porque el Alcalde/sa tendrá que ir explicandolo por todas partes y continuamente, si se quiere que la gente entienda qué se está intentando conseguir y que ayude…

2. Trazar el mapa de ruta del mandato, con los correspondientes objetivos, estrategias, puntos críticos, calendarios…
a. Cuatro años pasan muy rápido. O desde el primer día se sabe qué se quiere hacer y cómo se hará (después, el mapa ya se irá adaptando y poniendo al día, pero hace falta un diseño inicial global), o quedarán muchas cosas en el tintero.

3. Crear un sistema de seguimiento del progreso hacia los objetivos establecidos
a. La herramienta a tal efecto puede ser un cuadro de mando, por ejemplo, que se tendría que completar con un buen sistema de información sobre la ciudad y la opinión pública, para no quedar fuera de juego. De este modo se podrá saber en cada momento si se está avanzando suficientemente.

4. Construir una coalición de apoyos
a. Apoyos más allá de los políticos: sociales, comunicativos, económicos, institucionales… de personas y organizaciones a quienes se implicará en la gobernabilidad del municipio. Con ellos habrá que reunirse periódicamente.

5. Poner a punto el equipo de trabajo
a. En realidad, una diversidad de equipos, o un Equipo con varios niveles: el equipo de gobierno; el equipo del área de Alcaldía; el equipo de directivos municipales; el equipo del partido; los apoyos de profesionales externos… Nada se puede hacer solo, y menos que nada impulsar un Ayuntamiento y liderar una ciudad.

6. Dibujar el mapa de minas
a. Son muchas las cosas que pueden ir mal, y los problemas que pueden surgir (con o sin culpa propia) pueden provocar daños y poner en peligro el proyecto. Si se tienen identificadas estas minas (las que pueden anticiparse, que no son todas), se podrá también hacer una tarea de prevención y de minimización de daños que siempre ayudará.

7. Dotarse de un sistema de gestión del tiempo
a. Por mucho que se dedique plenamente al cargo (18 horas al día, 7 días a la semana y 365 días el año), el alcalde/sa no podrá con todo. Por lo tanto, vale más que decida proactivamente qué quiere asegurar que se haga, y que además sea muy eficiente en el uso de su tiempo. Necesitará, pues, un método y herramientas para gestionarlo, así como tendrá que pactar con su entorno más inmediato -familia, amigos…- el nuevo “régimen de visitas”, garantizando, eso sí, que el trabajo no le abduce completamente (sin equilibrio personal, todo se resiente)…

8. Preparar el dispositivo de comunicación que utilizará para dar a conocer su trabajo y los resultados que se derivarán
a. Si uno no se obliga, desde el primer día, a reservar tiempo y energía (y dinero) para comunicar, no lo hará, o no lo hará bien. Y comunicar no es sólo una obligación para los electos -puesto que hay que ser transparente-; es también un derecho y una necesidad: si los electos no difunden aquello qué hacen y sus por quès, se les entenderá mal. Y si no se prevé quién, cómo y cuándo se ocupará de esta función, luego se lamentará.

9. Definir las relaciones con el partido que le apoya
a. La dinámica gobierno-partido suele derivar en problemas, si no se cuida. Y dado que tendría que ser de interés mutuo mantener una relación continuada y fluida, vale más dejarla encarrilada desde el principio.

10. Autodiagnosticar-se y trabajar en la propia mejora
a. Las competencias que requiere el ejercicio del liderazgo local son muchas, por lo que nadie las tiene todas desarrolladas en todo su potencial. Por esa razón hay que ser consciente de las propias carencias, evaluar sus posibles efectos y prever maneras de compensarlas (sea en base a colaboradores, sea formándose y mejorando día a día)

Son 10 tareas que no garantizan que el mandato municipal sea excelente, pero que pueden ayudar mucho. Por eso sale a cuenta invertir tiempo en ellas, al iniciar el curso político.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Ciudades

Hemos leído con interés el libro del profesor de la Universidad de Hardvard Edward Glaesser El triunfo de las ciudades”, una obra de referencia en todo lo que tiene relación con las ciudades y las políticas urbanas. La tesis central del libro es que las ciudades son un fenómeno muy positivo, y que gracias a ellas ha tenido lugar el progreso de la humanidad. El argumento justificativo es que el hecho urbano permite y facilita el contacto y el intercambio de conocimientos entre personas, lo que propicia la creatividad y la innovación. Por cierto, las nuevas tecnologías no estarían cambiando esta lógica, puesto que el contacto directo y en persona continuaría siendo fundamental.

Por otro lado, el libro también defiende las ciudades (concretamente, las ciudades densas) como la mejor fórmula para tener un planeta sostenible. Es innegable que sería catastrófico que los países emergentes -el crecimiento de la población de los cuales es enorme- replicaran el modelo que ha prosperado en Occidente de ciudad difusa -ejemplarizado por los ‘suburbios’ norteamericanos o por nuestras urbanizaciones y barrios residenciales-. Pero también en Europa los costes medioambientales de la dispersión urbana empiezan a ser preocupantes. Por este motivo, Glaesser aboga por el crecimiento vertical de las ciudades y por dar facilidades a la construcción. Coherentemente, critica las normativas demasiado restrictivas, porque -a su parecer- encarecen el coste de la vivienda y no hacen otra cosa que desplazar el problema.

En la visión del libro, pues, las ciudades son claramente más solución que no problema. Esto no significa que todas las ciudades funcionen igual de bien. En cada periodo histórico encontramos ciudades pujantes y ciudades en decadencia. La clave que explica esta desigual suerte, según Glaesser, está en las personas que hay al frente de cada ciudad, tanto a nivel institucional -los Ayuntamientos- como económico, cultural y cívico. Detrás de toda gran ciudad hay un gobierno eficaz, una sociedad civil emprendedora y una ciudadanía corresponsabilizada. Abundancia de pequeñas empresas, diversificación económica y presencia de ciudadanos formados son también fundamentales para la prosperidad (“sin capital humano, no hay ciudad próspera”, nos dice Glaesser). Las infraestructuras físicas, en cambio, resultan ser más secundarias.

En otro orden de cosas, el libro examina cómo han conseguido triumfar las ciudades de más éxito (Nueva York, Milano, Tokio, Boston, Vancouver, Dubai...). Las fórmulas son diversas: en unos casos, han apostado decididamente por el talento; en otros (como en el caso de la ciudad-Estado de Singapur), han tenido la posibilidad de diseñar políticas económicas propias; algunas ciudades del mundo en desarrollo, simplemente han eliminado la corrupción y han garantizado la orden y la seguridad jurídica -que no es poca cosa-; y ciertos municipios se han especializado en ofrecer toda clase de opciones de ocio y placer.

Pero nada garantiza que el éxito dure: a menudo, los buenos y los malos momentos se suceden si la ciudad no es capaz de reinventarse cada vez que el entorno cambia. Recordemos como el mundo urbano y próspero del Imperio Romano fue sustituído por el estancamiento rural de la Edad Media. O fijémonos en los ejemplos de ciudades como Liverpool, Glasgow, Rotterdam o Vilnius, que son hoy mucho más pequeñas de lo que fueron en otras épocas. Por no hablar de casos más extremos como Detroit (la “capital del motor” de los Estados Unidos): pasó de 1,85 millones de habitantes en 1950 a sólo 770.000 en 2008, su Ayuntamiento se declaró en quiebra, la tasa de homicidios se ha disparado y actualmente un tercio de sus habitantes vive en la miseria.

En cambio, otras ciudades han sabido hacer el camino inverso, y muchas han encontrado soluciones creativas y eficaces -que el libro repasa- a problemas típicos de las grandes urbes, como la congestión, la delincuencia o la pobreza urbana. En conclusión, tendríamos que aprender de todas estas experiencias de éxito y de fracaso, tanto las globales como las sectoriales, para no repetir errores y por el contrario sí replicar aciertos. Y es que, como hemos dicho a menudo: no hay que reinventar la rueda cada semana, ni tropezar tres veces con la misma piedra.

miércoles, 23 de julio de 2014

Por una Política basada en Evidencias

Pregunta: las Políticas Públicas son una cuestión de ideología y dependen del punto de vista subjetivo de cada cual? O tendrían que responder sólo a criterios técnicos y a lecciones científicas que pueden ser aprendidas y perfeccionadas? Mi respuesta es que debería de haber un poco de cada cosa.

De entrada, ante cualquier problema, no suele haber una única solución ‘buena’, sino que en función de los valores que inspiran al decisor, se optará por unos caminos o por otros -todos igualmente legítimos-. Claro que, en según qué ámbitos -como el local-, las posibilidades de diferenciarse ideológicamente son más limitadas. Por ejemplo, garantizar que una ciudad disponga de agua de calidad todo el año no es un objetivo ni de derechas ni de izquierdas –si estas categorías todavía significan algo-. Pero, y la modalidad de gestión de los servicios –como la de la misma agua-, eso sí que ya es un asunto ideológico? Las derechas externalizan y las izquierdas gestionan directamente?

Los estudios que se han hecho sobre el particular concluyen que, por la tendencia a externalizar más o menos que muestra un consistorio, no se podría adivinar qué partido gobierna en el municipio en cuestión. Sin embargo, esto no quiere decir que todas las formas de gestión sean igualmente adecuadas. Según cada caso (dependiendo del servicio a gestionar, las características de la propia administración, las características del mercado de que se trate...), será mejor una fórmula u otra.

Aquí es donde interviene la técnica y la ciencia para hacernos luz. Tanto en relación al “qué” cómo al “cómo”, se pueden tomar mejores decisiones si no se fía todo a la intuición, al estómago o al consejo del amigo o de la empresa del sector, sino que uno se ayuda de la evidencia. La Política Basada en la Evidencia (evidence based policy) es un movimiento que apuesta por la mejora de la gestión pública a través de la introducción de la inteligencia en la toma de decisiones públicas. Y esto, cómo se hace? Utilizando la evidencia científica existente como elemento central en el diseño de los programas y de las políticas. Se trata de averiguar qué funciona y que no (y para quien, y bajo qué circunstancias...), y aplicarlo. Tan simple como esto, pero con consecuencias a veces revolucionarias.

En la práctica, si uno quiere guiarse por la evidencia, puede hacer varias cosas. En primer lugar, aprender de la propia experiencia: documentar lo que se hace, generar datos, combinarlos, analizarlos, y evaluar los programas y las políticas para sacar conclusiones. También plantear proyectos piloto en aquellos terrenos en que queremos innovar, o diseñar “experimentos” ad hoc (poniendo a prueba hipótesis) con el objetivo de mejorar la actuación pública.

En segundo lugar, podemos aprender de los demás, tanto practicando el benchmarquing (comparándonos con los mejores -del país y de fuera- de cara área, y estudiando cómo adaptar las buenas prácticas y las lecciones aprendidas por otros a la propia realidad), y trabajando en red con otras administraciones para construir conjuntamente políticas más efectivas en los campos en que tenemos retos comunes.

Y finalmente, uno tiene que conocer y seguir la literatura de cada sector (hay muchos estudios realizados disponibles y revisiones sistemáticas de investigaciones que podrían evitar redescubrir la rueda en cada generación), al mismo tiempo que tiene que conocerse y utilizar los expertos sectoriales y, sobre todo, todos tenemos que dedicar más tiempo a pensar.

En resumen, hacer política -aunque sea política local- no puede seguir siendo una tarea basada sólo en el manual partidista y en la buena voluntad y el esfuerzo -condiciones necesarias pero no suficientes-. Cuando se toman decisiones, las ideas tienen un lugar importante, sobre todo a la hora de marcar las prioridades y de definir los problemas; pero después tenemos la obligación de acertar, y guiarnos por evidencias nos puede ayudar a conseguirlo. De hecho, la medicina hace mucho tiempo que sigue este camino, y esto es parte del secreto de su éxito. Haríamos bien en imitarla.

Quizás proceder de este modo sea más cansado y menos excitante que improvisar o dejarse llevar, pero seguro que también es más efectivo. Nos ahorra muchas molestias: idas y vueltas en las políticas -que les privan de la estabilidad necesaria para dar frutos-; discusiones y peleas gratuitas que son grandes pérdidas de tiempos y de energías (tendríamos que reservar las peleas para los temas que lo merecen); y fracasos evitables que derrochan ilusiones, esperanzas y recursos –recursos de los cuales no vamos sobrados.

Desgraciadamente, la Política Basada en Evidencias todavía queda lejos. La crisis actual, por ejemplo, no está sirviendo mucho para repensar aquello que se hace y cómo se hace; simplemente, hacemos lo mismo de siempre, pero más en pequeño. Y continuamos contando nuestra producción (los bienes y servicios que entregamos) y, con suerte, la satisfacción del usuario, pero sabemos muy poco acerca del impacto real de las políticas y sobre cómo funcionan las relaciones de causa y efecto dentro de un determinado campo. No nos lo podemos permitir.

martes, 27 de mayo de 2014

Municipales 2015: se buscan valientes

De aquí a poco menos de un año volveremos a tener elecciones municipales en España. Los tres años transcurridos desde que los actuales alcaldes y concejales fueron escogidos han pasado volando, y todavía pasarán más rápido los próximos 365 días –llenos de acontecimientos de alto voltaje político.

Por esta razón, los partidos y los grupos políticos tienen que empezar a pensar qué propuestas -de candidatos y de programas- harán en el 2015. Con un problema: no les será fácil ni hacer listas ni sumar a ellas “los mejores”, visto el panorama actual: estamos en un momento en que la crisis ha disparado las demandas que los ciudadanos hacen en sus Ayuntamientos; en que las arcas municipales en general están vacías, y las deudas hipotecan el futuro; y en que los “políticos” están bajo sospecha y sirven a menudo de chivo expiatorio. En un contexto así, y mientras no se entienda que la política local no es otra cosa que un servicio y que tiene mucho de sacrificio, es normal que no sobren los voluntarios para formar parte de candidaturas, y lamentablemente mucha gente que podría hacer valiosas aportaciones a sus comunidades optarán para quedarse en casa. Gente que se dice a sí misma: “Por qué tendría que renunciar a mi intimidad y comodidad, someterme a improperios y a críticas continuadas y no siempre justas, y descuidar a mi familia y amigos, a mi profesión y a mis hobbies?”

Pero necesitamos gente dispuesta a pagar este precio, a quien no dé miedo el reto, y que sean movidos por la ilusión y por una visión de una ciudad mejor. Y, puestos a pedir, que sean personas preparadas, innovadoras y trabajadoras, y que las haya de todos los colores -de forma que podamos elegir y que la competencia los obligue a esforzarse más todavía y a dar lo mejor de sí mismos-. Si aparecen, pues, al menos ayudémosles. En caso contrario, no tendremos derecho a quejarnos...