miércoles, 9 de septiembre de 2015

Ciudades Colaborativas

Dado que en las ciudades hay una alta densidad de personas, son espacios propicios al despliegue de la economía colaborativa (EC), dando lugar a las “ciudades colaborativas”. Albert Cañigueral -experto en este ámbito- ha definido la ciudad colaborativa como “aquella que permito a sus habitantes poder compartir de manera eficiente y segura todo tipo de bienes / servicios / habilidades, creando así comunidades más fuertes, saludables y conectadas”.

De hecho, esto de la producción o el consumo compartido no es algo nuevo. Las asociaciones sin afán de lucro están basadas en esta filosofía, y servicios públicos ya existentes como las bibliotecas o el Bicing también son buenos ejemplos de EC. Por no hablar de que las familias son por definición células colaborativas, y que las cooperativas y las mutuas se inspiran en principios parecidos.

Pero es evidente que la EC tiene todavía mucho camino por recorrer, especialmente gracias a Internet y a las TIC (las tecnologías de la información y la comunicación), que han facilitado mucho el establecimiento de relaciones y el poner en contacto ofrecimientos y demandas. Además, culturalmente también están cambiando las mentalidades, y cada vez se entiende más que, en muchas ocasiones, lo importante es tener la posibilidad de uso (el acceso), más que no la propiedad del bien o servicio que queremos utilizar (propiedad que además comporta también costes mayores).

Por lo tanto, es cierto que en las ciudades hay muchos activos actualmente desaprovechados (un ejemplo clásico son las herramientas de bricolaje que todos tenemos en casa y que usamos bien poco) que se podrían movilizar sin gran esfuerzo para ponerlos a disposición de quien los necesitara. Así, se podría compartir coche, juguetes, ropa, herramientas, libros, habitaciones libres, conocimientos…. Y de esta manera seríamos sociedades más eficientes y de más bienestar, y en el proceso estaríamos generando, de paso, capital social (confianza y relaciones). ¿Suena bien, verdad?

Las administraciones públicas, especialmente los Ayuntamientos –por la importancia que tiene la proximidad en los procesos de producción y/o consumo colaborativo-, tienen un papel importante a jugar en el desarrollo de la EC, estimulando y facilitando estos intercambios. Las instituciones públicas pueden ser impulsoras de proyectos de economía colaborativa (como el caso del Bicing antes citado, o las zonas de wifi libre), y apoyar a las iniciativas de EC que provienen de la gente. También pueden fomentar el voluntariado y figuras como los “bancos del tiempo”, a la vez que aportar seguridad jurídica y respetabilidad a estas nuevas maneras de hacer.

Ciudades como Seul (que quiere convertirse en una “sharing city”), Amsterdam o Portland están ya experimentando en esta dirección. En la Europa del sur, además, este enfoque nos puede ayudar en la lucha contra la crisis, el paro y los recortes. Sea cómo sea, lo que es seguro es que la economía colaborativa irá cada vez a más, y las ciudades debemos ver en ella una oportunidad.

Dicho esto, hemos de advertir que la economía colaborativa también plantea nuevos retos y problemas: regulatorios (todo un nuevo sector por ordenar), de conflictos de intereses (véase los debates que hay alrededor de servicios como Uber o airbnb), de concentración empresarial (Uber pronto valdrá más que Repsol o Caixabank), de efectos no deseados (posibilidad de precarización del trabajo, riesgos para los consumidores, pérdida de ingresos públicos, desaparición de los intermediarios que no aporten valor….).

También hemos de añadir que la economía colaborativa tiene algunos límites: difícilmente podría producir coches de la complejidad y bajo precio de los que tenemos actualmente, por ejemplo. Por esta razón, la EC será más un complemento que no un sustituto de la "otra economía”. Y llegados aquí se presenta un problema: ¿cómo llamamos a esta otra economía, la tradicional, a la cual se confronta la EC? No-colaborativa? Capitalista? Asunto difícil porque, si nos fijamos bien, el capitalismo es 51% cooperación y 49% competencia: sería imposible construir un vehículo (o incluso un sencillo lápiz, como acostumbraba a explicar Milton Friedmann) sin la participación libre y coordinada de centenares de personas. Entonces, ¿la diferenciación entre EC y EnoC vendría de la falta de afán de lucro de la primera? Tampoco: los ejemplos clásicos de EC -como los antes citados Uber o airbnb- ¡son empresas con afán de lucro!

En cualquier caso, quedémonos con que la economía colaborativa es una idea interesante (extiende el bienestar y empodera las personas), y que las ciudades se pueden beneficiar de ella especialmente. En consecuencia, los electos locales deben plantearse su papel en este tema antes de que los acontecimientos los desborden.

martes, 9 de junio de 2015

Las diez tareas básicas de los primeros días del nuevo Alcalde

El próximo sábado una nueva oleada de alcaldes y alcaldesas tomarán posesión de sus cargos en España. Les espera un mandato apasionante, dado que la gente ha depositado en ellos expectativas importantes, y en la medida en que en los próximos cuatro años la recuperación económica les facilitará las cosas y la coyuntura política va a estar más abierta que nunca.

Pero si los electos quieren hacer un buen trabajo y estar a la altura del momento, tendrían que tener muy presentes aquellas cosas que conviene realizar durante las primeros semanas de ejercicio de la primera magistratura municipal, con objeto de poner las bases de cuatro años altamente productivos. Son las siguientes:

1. Explicar su proyecto a los trabajadores municipales, y pedir su colaboración
a. Obviamente, previamente deben tener claro ese proyecto, que no puede confundirse con el programa electoral ni con un listado de actuaciones. La prueba del 9 para saber si hay o no proyecto es sencilla: ¿se es capaz de resumirlo en un párrafo? ¿los concejales de gobierno lo explican igual? ¿y dice algo sustantivo, más allá de la poesía y los tópicos políticos?
Por otro lado, vale la pena concretar y desarrollar el proyecto en cuestión y pensar como hacerlo motivador, porque el Alcalde/sa tendrá que ir explicandolo por todas partes y continuamente, si se quiere que la gente entienda qué se está intentando conseguir y que ayude…

2. Trazar el mapa de ruta del mandato, con los correspondientes objetivos, estrategias, puntos críticos, calendarios…
a. Cuatro años pasan muy rápido. O desde el primer día se sabe qué se quiere hacer y cómo se hará (después, el mapa ya se irá adaptando y poniendo al día, pero hace falta un diseño inicial global), o quedarán muchas cosas en el tintero.

3. Crear un sistema de seguimiento del progreso hacia los objetivos establecidos
a. La herramienta a tal efecto puede ser un cuadro de mando, por ejemplo, que se tendría que completar con un buen sistema de información sobre la ciudad y la opinión pública, para no quedar fuera de juego. De este modo se podrá saber en cada momento si se está avanzando suficientemente.

4. Construir una coalición de apoyos
a. Apoyos más allá de los políticos: sociales, comunicativos, económicos, institucionales… de personas y organizaciones a quienes se implicará en la gobernabilidad del municipio. Con ellos habrá que reunirse periódicamente.

5. Poner a punto el equipo de trabajo
a. En realidad, una diversidad de equipos, o un Equipo con varios niveles: el equipo de gobierno; el equipo del área de Alcaldía; el equipo de directivos municipales; el equipo del partido; los apoyos de profesionales externos… Nada se puede hacer solo, y menos que nada impulsar un Ayuntamiento y liderar una ciudad.

6. Dibujar el mapa de minas
a. Son muchas las cosas que pueden ir mal, y los problemas que pueden surgir (con o sin culpa propia) pueden provocar daños y poner en peligro el proyecto. Si se tienen identificadas estas minas (las que pueden anticiparse, que no son todas), se podrá también hacer una tarea de prevención y de minimización de daños que siempre ayudará.

7. Dotarse de un sistema de gestión del tiempo
a. Por mucho que se dedique plenamente al cargo (18 horas al día, 7 días a la semana y 365 días el año), el alcalde/sa no podrá con todo. Por lo tanto, vale más que decida proactivamente qué quiere asegurar que se haga, y que además sea muy eficiente en el uso de su tiempo. Necesitará, pues, un método y herramientas para gestionarlo, así como tendrá que pactar con su entorno más inmediato -familia, amigos…- el nuevo “régimen de visitas”, garantizando, eso sí, que el trabajo no le abduce completamente (sin equilibrio personal, todo se resiente)…

8. Preparar el dispositivo de comunicación que utilizará para dar a conocer su trabajo y los resultados que se derivarán
a. Si uno no se obliga, desde el primer día, a reservar tiempo y energía (y dinero) para comunicar, no lo hará, o no lo hará bien. Y comunicar no es sólo una obligación para los electos -puesto que hay que ser transparente-; es también un derecho y una necesidad: si los electos no difunden aquello qué hacen y sus por quès, se les entenderá mal. Y si no se prevé quién, cómo y cuándo se ocupará de esta función, luego se lamentará.

9. Definir las relaciones con el partido que le apoya
a. La dinámica gobierno-partido suele derivar en problemas, si no se cuida. Y dado que tendría que ser de interés mutuo mantener una relación continuada y fluida, vale más dejarla encarrilada desde el principio.

10. Autodiagnosticar-se y trabajar en la propia mejora
a. Las competencias que requiere el ejercicio del liderazgo local son muchas, por lo que nadie las tiene todas desarrolladas en todo su potencial. Por esa razón hay que ser consciente de las propias carencias, evaluar sus posibles efectos y prever maneras de compensarlas (sea en base a colaboradores, sea formándose y mejorando día a día)

Son 10 tareas que no garantizan que el mandato municipal sea excelente, pero que pueden ayudar mucho. Por eso sale a cuenta invertir tiempo en ellas, al iniciar el curso político.